DIARIO DE UN APRENDIZ

11:16


A los 5 años, aprendí que al llorar en mi primer día de clases, no me ayudaría para regresar a casa.
A esa misma edad, aprendí a que debes vencer la vergüenza de pedir permiso para ir al baño, o la vergüenza podría ser aún peor.
A los 6, aprendí con dolor, que aquel amor no solo era imposible sino que estaba condenado al fracaso, ya que mi maestra me llevaba unos 25 años, solo me veía como a un niño y me engañaba con otros 29 compañeritos de mi propia clase.

A los 7 aprendí que si bien Dios pudo haber sanado a mi madre no lo hizo por alguna razón.
A los 8, aprendí que mi maestra sólo me preguntaba cuando yo no sabía la respuesta.
A los 9, aprendí que la mejor manera de ver a una cerda con sus cerditos no es subirse hasta lo más alto del corral, porque puedes caer desde arriba y quebrarte el brazo
A los 10, aprendí que si tenía problemas en la escuela, los tendría más grandes en mi casa.
A los 11, aprendí que mis hermanos se convertirían en mis mejores amigos.
A los 12, aprendí que no me debo aventar de un camión urbano en movimiento,( puedes terminar muy raspado y adolorido)
A los 14, aprendí que nunca sería el mejor alumno de la secundaria, pero si podía ser muy popular por estar en la banda de guerra (ganamos dos campeonatos estatales)
A los 15, aprendí que no debía descargar mis frustraciones levantando la voz, porque mi padre tenía frustraciones mayores, y la mano más pesada.
También a los 15, aprendí que me arrepentiría por el resto de mi vida por aquella decisión que decidí no tomar y ese riesgo que decidí no correr.
A los 16, aprendí que jamás iba a dedicarme a trabajar de aquello que quería mi padre.
A los 17, aprendí que si trabajas en una carpintería, nunca debes distraerte, porque podrías perder dos de tus dedos. (Por poco los pierdo).

A los 19, aprendí que los grandes problemas siempre empiezan siendo pequeños y que estar enamorado del amor, no significaba necesariamente estar enamorado.
A esa edad también aprendí que era mejor arrepentirse casi frente al altar (y ocasionar un escándalo) antes que fuese demasiado tarde.
A los 21, aprendí que si no luchas por quien realmente amas, alguien más lo hará y podría quitarte lo que más quieres.
A los 25, aprendí que si le creía a Dios como un niño, mi vida ya no tendría límites.
Y fue en ese mismo año, cuando también aprendí a que no debía escuchar a los adultos que alegaban conocer a Dios y lo que Él quería.
A los 30 aprendí que aún no había experimentado lo mejor de mi vida y por alguna razón lo que estaba por delante sería mucho mas asombroso.
Pero ahora que lo pienso bien, fue después de los 30, cuando más aprendí.
Aprendí que por no confrontar a tiempo y decir las cosas en tiempo real, luego te puede costar muchísimo tiempo, energía, dinero y hasta parte de tu salud, el quitarte a alguien tóxico de tu entorno.



Aprendí a desarrollar la capacidad de eliminar a ese tipo de gente de mi universo para no tener resentimientos o cuentas pendientes; simplemente es como si jamás hubiesen existido; en cuestión de días hasta me cuesta recordar sus nombres.
Aprendí que no se cometen muchos errores con la boca cerrada.
Aprendí que no tienes que quedarte ni un solo minuto más en un lugar en donde no te respetan y te quieren controlar o decir lo que tienes que hacer o decir; y no importa si muchos otros deciden quedarse… (la frase: “Come estiércol, millones de moscas no pueden estar equivocadas”, jamás aplicó en mi vida).
Aprendí que cuando estoy viajando, quisiera estar en casa.
Aprendí que siempre amaré los aviones (mi más grande pasión).
Aprendí que no importa cuan cómodo pueda viajar; de igual modo nunca me gustará estar lejos de casa (pero en ocasiones hay que hacerlo).
Aprendí que puedo estar hospedado en un buen hotel, pero no lo disfrutaré si mi familia no está allí conmigo.

Aprendí que si estás llevando una vida sin fracasos, no estás corriendo los suficientes riesgos.
Aprendí a honrar a aquellos que realmente me han apoyado y a mencionar un poco menos a aquellos que solo en las buenas están.
Que puedo hacer que alguien sea más feliz con sólo regalarle una sonrisa o preguntándole como ha pasado el día.

Que un buen Líder nunca te abandona
Que algunos quieren correr a mi lado y tan pronto se cansan, quieren que yo me siente a esperarlos.
Que no tengo que ir a donde no quiero estar, solo por cumplir o para que no piensen mal (regalarme el “NO”, fue lo mejor que pude haber hecho).
Que no tengo muchos amigos, pero los poquitos que tengo, son tesoros invaluables.
Que a un verdadero amigo del alma no es necesario buscarlo, aparecerá en tu vida y se meterá en tu corazón, justo cuando Dios sabía que lo estabas necesitando.
Que cuando tienes el favor de Dios en tu vida, generas amor u odio, pero jamás indiferencia.
Que es razonable disfrutar del éxito, pero es mejor no confiar demasiado en él.
Que no puedo cambiar lo que pasó, pero si hacer que no se repita.
Que la mayoría de las cosas por las cuales me he preocupado toda la vida, nunca han sucedido.
Que en lo posible nunca debo irme a la cama sin resolver una discusión.
Aprendí que envejecer es importante y mucho más extraordinario, porque ahora empiezo a contar con el capital de una juventud bien vivida.
Aprendí que algunos de los que se consideran tus mentores, estarán a tu lado siempre y cuando no representes una amenaza para ellos y mucho menos intentes superarlos.
Aprendí que aquello que no te animas a decir o hacer en determinada ocasión única, quizá la vida no te permita una segunda oportunidad.
Que nunca tienes que abrirte del todo, con todos.
Que cuando amas de verdad, te vuelves vulnerable y te muestras tal cual eres; pero aún así es un sentimiento maravilloso, que no cambiaría por ningún otro.
Que cuando te mantienes enamorado, brillas y te ves eternamente joven.
Que las llaves de ciertos sectores del corazón, son únicas y no admiten copias.
Que cuando abres tu corazón podrían lastimarte, pero aún así vale la pena el riesgo.
Que estoy dispuesto a esperar el resto de mi vida, por aquello que realmente vale la pena y con los años que tenga que invertir para lograrlo.
Que no importa lo que hagas para ganarte el cariño de quienes no te quieren, de igual modo, siempre hablarán mal de ti.

Que aunque seas un adulto, aún te puedes permitir llorar como un niñito, el día que tienes que dejar morir a la mascota de tu hija.
Que a la mujer no hay que tratar de comprenderla, sino amarla.
Que Dios sigue creyendo en mí, como cuando yo tenía cinco años.
Que si me tuviera que morir mañana, he pagado mi derecho a vivir y que si llego a convertirme en un anciano, de algún modo también me lo habré ganado.
Pero por sobre todo, aprendí que aún puedo seguir aprendiendo y ser un mejor hombre de lo que he sido hasta ahora.

Recuerda que no todos lo que han muerto, necesariamente han estado vivos. Después de todo, si pasas por la vida sin haber aprendido nada y sin haber amado, es como no haber vivido nunca.



-ALEX TRUJILLO

You Might Also Like

0 comentarios

Subscribe