HABITANDO EN MI HOGAR
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No sé tú, pero a mí me gusta mucho la
ciudad en la que vivo. A pesar de la inseguridad que en todos lados se vive hoy
día, disfruto mucho su clima, gente y las cosas que aquí hay por hacer. Estoy
segura que a ti también te deleita vivir donde radicas, comienzas a tomarle
cariño al lugar que te vio nacer y crecer. Es más si tienes amigos foráneos
comienzas a platicarles del platillo típico, las costumbres y los lugares más
padres por visitar. COMIENZAS A HABLAR DE TU HOGAR. Pero este sólo es un lugar
temporal un espacio en el que Dios nos permitió existir para cumplir un
propósito eterno, sin embargo nuestra verdadera habitación es bajo el abrigo
del Altísimo, bajo la sombra del Omnipotente, como lo dice Salmos 91:1
El habitar en un lugar implica muchas
cosas, si estás ahí debes vivir bajo reglas, privilegios, costumbres y hábitos
que vas haciendo tuyos. Esto sin darte cuenta, simplemente comienzas a
familiarizarte tanto que se vuelven parte de ti. Ahora transportémoslo a lo
espiritual; cuando Dios se vuelve tu Papá, tu Guía de verdad, la vida cambia
por completo, comienzas a caminar en otro lugar, cambia tu expresión, cambian
tus hábitos, tus rutas al caminar, cambia todo, CAMBIA TU IDENTIDAD. Sucede
igual que cuando te mudas de casa, pero porqué, porque tu hogar ya no es el
mismo, porque tu alma cambió de dueño y simplemente porque el amor comienza a
tomar protagonismo en todo cuanto haces.
Pero te preguntarás, cómo construyo
un hogar para Dios o cómo es esto en lo espiritual. Dónde se compra ese
material. Cómo comienzo. Exactamente, con todas estas cuestiones me encontré
hace tiempo, pero Dios me ha enseñado que mi hogar es Su presencia, y que debo
cuidarla a costa de todo, debo cuidarla con santidad y construirla con una
relación profunda con Él. Esto no quiere decir que esté cinco horas orando,
salga de Su presencia y que diga – ya Dios se acabó tu tiempo, ahora déjame
seguir con mis actividades. No! se trata de tener un diálogo continuo con Dios
en todas tus actividades, porque Su Santo Espíritu que mora en ti siempre te
dirá todo lo que debes decirle al Padre.
Así que yo te recomiendo por tener un tiempo de oración, un momento
específico en el que entres a tu habitación y comiences a conversar con Él.
Esto lo harás un hábito y después se convertirá en un deleite. Ordena tu cuarto
o el lugar donde te encuentres con Dios, mantenlo limpio, adecuado para un
invitado que merece el mayor honor. Dios cada día anhela una cita contigo, en
la que tus labios pronuncien la palabra Papá. Cuidemos esa habitación, que es
Su presencia. Hagámoslo nuestro lugar favorito para morar todos los días.
Dejemos que el Espíritu nos enseñe, nos guíe y nos abrigue.
Por Dani Escalante
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